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El renacimiento artístico de Jamaica

Desde hace 2 años atrás se ha llevado a cabo en Jamaica algunos proyectos artísticos para repotenciar el valor cultural de la comunidad como cuna de artistas y  centro de creatividad.

Sin embargo,  el estereotipo de Jamaica de puertas para afuera  es solo Reggae, rasta y ganjah: Violencia y pobreza también aderezan el imaginario relativo a esta pequeña isla cuyo legado a la música popular tiene dimensiones inabarcables.  Y acerca de este punto en particular, Joan Webley, fundadora de Nanook, un espacio de encuentro artístico,  comenta «Jamaica no es un estereotipo, es un lugar real donde vive gente de verdad», y la complejidad social, política y artística va mucho más allá.  Pero el mercado tiene sus normas y el producto, tanto dentro como fuera de Jamaica, ha de ser rentable en un empaquetado a gusto del vendedor.

De hecho, Jamaica tampoco ha sido el paraíso para el florecimiento del reggae en todo su esplendor, donde podría incluso haberse situado desde el mainstream, porque en el mercado en la isla tiene sus asperezas. Y el dancehall manda desde hace años.

La comunidad artística de Jamaica está cansada de esa rigidez, del corsé en el que hay que embutirse para triunfar, que no sólo obedece al cliché sino también a los dictados de quien controla la industria y hace caja.

Porque quien maneja el negocio no quiere dejar de hacerlo. Nada nuevo. La buena noticia es que el hastío no ha impedido el movimiento artístico multidisciplinar y el underground está que hierve desde hace unos diez años. Lo llaman Renacimiento.

En Jamaica se cuece un caldo innovador, la historia lo demuestra. Pero quien comienza su carrera artística allá se encuentra con un territorio hostil. «Cuando alguien saca algo y necesita difusión, hay muy poco apoyo por parte de los medios», asegura Loraine Asher Grant, manager y publicista.

Una dolencia común en muchos otros lugares. Sin embargo es llamativo para la cuna del reggae donde «durante años toda la atención de la prensa se la ha llevado la música ‘slack'» (estilo de dancehall sexualmente explícito), comenta Ruel Ashburn, bajista de Uprising Roots. Quien hace roots o algo diferente se las ha visto y se las ha deseado para ganarse la vida. O para ser escuchado en radio y sounds systems porque, según el artista Kazam Davis, «el fenómeno Payola (pagar por sonar) está matando a la música».

Otro lugar común. Pero el viento en contra no ha podido con el deseo de la juventud jamaicana que trata de mostrarse tal y como es. Espiritual, crítica, hedonista. Lejos de esa versión única. ¿Y cómo salir a la luz sin recursos? ¿Y por qué este Renacimiento ahora?

Como remarca Webley, «estábamos sumergidos en una doble crisis: de identidad y de recursos. Por un lado olvidamos quiénes éramos y por otro la deuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) nos ha sumido en la pobreza». Recordemos que Jamaica lleva 40 años sufriendo las devastadoras consecuencias de su deuda con el FMI.

Mientras el Gobierno jamaicano invierte mucho más en pagar dicha deuda que en servicios básicos como educación y sanidad, «las difíciles condiciones han forzado, sobre todo a los jóvenes, a encontrar nuevas formas de expresarse y tener un impacto en la sociedad», explica Lloyd Stanbury, abogado experto en legislación unida al entretenimiento en Jamaica.

De forma que la salida creativa podría cumplir una doble función: reivindicación y expresión. De hecho, la escasez de medios no ha parado la máquina y no sólo se sobrevive sino que se inventa.

Lloyd Palmer, tecladista de Uprising Roots, recuerda el dicho popular «Tu’n yu hand an mek fashion», que se podría traducir como «haz lo que puedas con lo que tengas», que forma parte del ADN del saber popular jamaicano.

«Si no hay gas ni electricidad, buscas leña y haces fuego para cocinar. Es volver a la raíz. Los jóvenes hoy han superado muchas dificultades y no tienen miedo de explorar». ¿Y qué es eso de lo que han podido echar mano para hacer renacer la cultura?

El renacimiento de la cultura a través del arte colectivo

Durante las vacas flacas, una ola de positividad ha sacudido las bases de la creación cultural. Matthew MacCarthy, pintor y grafitero, describe con emoción sus reuniones con colegas: «Durante cuatro años nos estuvimos juntando, Taj Francis, Djet Layen, otros y yo. En internet veíamos obras de arte urbano y buscamos la forma de hacer lo mismo en Jamaica. Queríamos, a través del graffiti, transformar las calles de las zonas más estigmatizadas de Kingston».

Nació Paint Jamaica, financiado por una campaña de micromecenazgo, un proyecto donde las paredes se tornaron en murales y «el resultado fue aún más hermoso de lo que imaginé«, concluye.

Paint Jamaica, fue la primera intervención de arte que tuvo Jamaica  y se realizo en el 2014 y este proyecto estuvo a cargo de este colectivo creativo que se manifestó por la necesidad de establecer un estilo de vida sostenible artística con la mayor intención de inspirar un cambio productivo en su entorno. Este proyecto se llevó a cabo en el centro de Kingston  donde sus ciudades interiores son las comunidades y la cuota de orgullo, vibrante y creativo en la rica herencia cultural de Jamaica. Las figuras notables como Bob Marley, Chronixx, Dennis Brown, Elephant Man (por nombrar  unos cuantos), todos tuvieron raíces  y se criaron en estos barrios  desamparados y estigmatizados.

Este colectivo consideró el gran potencial creativo sin explotar que tenía el centro de Kingston y que ciertas áreas del centro son ricas en significado histórico que queda mal apreciada e indocumentada (por ejemplo: Orange Street)

Por otra parte, sólo el 5% de la población del centro de la ciudad, son miembros de una banda.

Lo que propuso este colectivo era transformar las condiciones de vida local a través de una intervención artística, el intercambio cultural y a su vez mejorar el entorno social y entorno visual del centro de Kingston y reconocer el talento interno de la ciudad a través de una intervención de arte colaborativo, ayudando a mejorar la identidad del centro de Kingston y los residentes del centro urbano a través entorno visual y estético.

También de reducir la probabilidad de delincuencia, desempleo y «vagancia improductiva» por los residentes que participan en un proyecto contribuyendo así a redefinirse.

Además la creación de un nuevo punto de referencia, podría conducir la atención mundial y mejorar la reputación de Kingston.

PAINT JAMAICA significó en si tratar de cambiar y revolucionar la relación entre el arte, el talento y la sociedad, pintando murales con un mensaje en el centro de Kingston. «No hay guerra en paz, ellos no saben  para qué están luchando»

Lo que vemos  todos los días influye en cómo pensamos y lo que creemos.  Si llevan más mensajes inspiradores y positivos a las personas mejoraría el pensamiento colectivo de Jamaica.

Reggae revival

Hoy se habla de un reggae revival que además hubiera sido imposible sin la acción de lo local. «Lugares como Jamnesia, que ofrecen para alojar noches interminables de reggae, el Dub Club, etc…», añade Ruel Ashburn. En Nanook se vive ese apoyo mutuo cotidianamente.

«Aquí se hacen jam sessions, lecturas de poesía, exhibiciones de pintura. Y vienen artistas de muchos ámbitos, formados en la calle o en la universidad. Hay artistas, como Kazam Davies o figuras más conocidas como Shuga, que nos han apoyado donándonos su material para que podamos venderlo nuestro puesto durante el festival».

Existe una voluntad colectiva para que este tipo de espacios salga adelante. Este despertar también se fraguó en lo académico y en la Universidad Edna Manely ha servido de hervidero para la danza, lo audiovisual, teatro, entre otros y es así como empezaron a pasar muchas cosas allí», señala Stanbury.

Y el espíritu asociado a este movimiento suele llevar un mensaje de unidad, de crítica y de esperanza por el cambio. En palabras de Webley, «la cultura tiene la capacidad de unir a las personas y promover el cambio».

Sacar el arte y luchar por vivir de ello es lo que, al final, transforma las vidas de sus protagonistas. Son la propia solución a sus problemas y a la vez, en conjunto, ofrecen una impronta de la cultura jamaicana mucho más rica.

Una nueva visión para Jamaica

«La mayoría del mundo identifica Jamaica con rastafari, y por un lado está bien pero por otro necesitamos arrojar una visión fresca de lo que está pasando por aquí», comenta Italee, cantante involucrada en Nanook.

La cuestión es: ¿cuál es el canal de emisión de esta cultura underground si, incluso tocando en casa, apenas hay apoyo?

«Nuestra música se difunde sobre todo por internet y las redes sociales. Ya que nos suelen ignorar en medios locales, nos esforzamos sobre todo en llegar afuera, que es donde aprecian más nuestra música. Italia, Alemania, Costa Rica, Nigeria, EE UU«, reconoce Davies. Así que el extranjero es el gran amplificador. Claro que en Europa, por poner un ejemplo, el reggae no se escucha en la radio. Más bien parece que las redes de la música tejidas a base de militancia y pasión se extienden más allá de las fronteras.

Sin duda este resurgir sale bien airoso de una larga carrera de obstáculos. Muchas de estas trabas, además, podrían tener que ver con una férrea protección de la propiedad intelectual que va en contra de un intercambio artístico.

Hasta qué punto puede suponer un cambio de paradigma en la industria cultural, está por ver. «Hubo un grupo de trabajo con artistas de lo visual, moda, música, tecnología, etc. En torno a las leyes de propiedad intelectual para analizar el efecto del copyright a escala local. Aunque no tuvo continuidad sí es un tema que es necesario retomar«, comenta Webley.

Pero como señala Stanbury, construir un nuevo modelo «es una responsabilidad global, no sólo de Jamaica». Soñemos entonces con que las relaciones de poder en la industria no sean impedimento para la creación y el acceso a la cultura.

En cualquier caso, los artistas de la isla han conseguido con voluntad, sentido crítico y calidad artística, tender un puente hacia una experiencia que de otra forma hubiera sido imposible.

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